lunes, 6 de octubre de 2008

Rivero atraviesa por su mejor momento. Es uno de los mejores zagueros del país


El camino previo a vestir la camiseta de la selección nacional no fue fácil, pero su esfuerzo y el respaldo de los suyos acabaron teniendo su premio. Ronald Tylor Rivero, el zaguero central de Universitario de Sucre, es en la actualidad uno de los mejores defensores del país y por lo que mostró frente a Ecuador y Brasil en los anteriores dos partidos por las eliminatorias, se perfila como una buena opción de cara a los duelos contra Perú y Uruguay.
Su ficha como jugador dice que comenzó en las inferiores de Oriente, pero jamás pudo debutar en el club de sus amores. Sin un futuro claro y tras un paso fugaz por Deportivo Cooper de la Primera A, decidió entrar al cuartel, en Cochabamba. Retornó en 2000 y se encontró con la sorpresa de que Oriente había vendido su ficha por un monto que no conoció. Obligado por la situación, trabajó un buen tiempo de sereno, hasta que la suerte tocó su puerta.

- ¿Cómo es hoy en día tu realidad como futbolista profesional?
- De las mejores, creo que estoy pasando por un buen momento y hago todo lo posible por mantenerme así. Gracias a Dios volví a ser convocado y eso me motiva. Hay muchos jugadores que fueron citados una sola vez y no volvieron más. Yo en cambio estoy acá.

- ¿Quién se comunica con vos cuando te avisan de tu primera convocatoria a la selección?
- Primero mi señora y después mi padre (Hugo Rivero), que me llamó desde mi pueblo San Matías para compartir conmigo la noticia. Él no se pierde los programas deportivos. Como llego pasadas las 13:30 de entrenar, yo no puedo verlos, así que me lo confirmaron.

- ¿Qué cosas pasaron por tu cabeza tras este llamado?
- Muchas, es que a mí siempre me gustó el fútbol. Tenía 16 años cuando mi hermano (Sergio Rivero, que jugó muchos años en Oriente y en la selección nacional) me consiguió una prueba en Oriente. Estaba de técnico el profe Elio Romero y acabé quedándome, pero no llegué a jugar en primera, sólo un partido amistoso que organizaban los periodistas cada inicio de temporada.
- ¿Por qué te vas de Oriente?
- Después de estar ahí, pasé a reforzar Cooper en la ACF y al siguiente año opté por volver al club, pero no me quedé. Mi futuro era incierto y como no encontré equipo, agarré mis cosas y me fui al cuartel. A mi vuelta, resulta que Cooper me había comprado y hasta ahora sé qué pasó, si de verdad fue compra o si me regalaron; el convenio no lo conocí nunca. Por suerte cuando estaba jugando en la ACF, Javier Zegarra me llamó y me preguntó si me animaba a ir a Universitario de Sucre; no lo dudé y llegué así, con nuevas ganas.

- ¿Te dieron alguna explicación de cómo aparecés en otro club. Y cómo hiciste después para no tener problemas?
- En Cooper nunca se estableció un contrato, lo único que se hacía era firmar una boleta o un recibo cuando te daban 100 ó 200 pesos. Aquella vez, cuando volví del cuartel, me dijeron que mi pase había costado unos ocho mil dólares y se supone que de ahí me tocaba el 10%. Fui a Oriente casi todos los días durante mes y medio y la respuesta siempre fue la misma: que volviera mañana. En todo ese tiempo apenas me dieron 30 dólares, así que no me quedó otra que volver a la ACF y buscarme otro trabajo.

- ¿Qué hiciste?
- A Cooper iba sólo a los partidos, mi trabajo me lo impedía. Gracias a la novia de un hermano, cuyo padre era el jefe de personal en el ingenio San Aurelio, ingresé como sereno. Entraba a las 20:00 y salía al día siguiente a las 8:00. Cuidaba que el bagazo (caña esprimida) no se incendiara y así me la pasé un buen tiempo. En esos días conté con el apoyo del profe Óscar Ramírez, que conoce bien a mi familia. Es que tenía que buscar la forma de cómo mantener a los míos porque ya me había casado. Ganaba 1.400 bolivianos que me servían de mucho.

- ¿No hubo problemas con el equipo porque sólo ibas a jugar?
- En Cooper sabían de mi situación y por eso te digo que soy un agradecido con Ramírez. Él sabe como soy yo, porque me conoce desde cuando vivía en mi pueblo.

- ¿Fue la época más dura?
- La figura era así. En Cooper como era jugador del club, era uno de los que más ganaba; supuestamente tenía un sueldo de 1.000 bolivianos, porque a otros les daban 200 pesos, apenas para su pasaje. Sin embargo, siempre nos quedaban debiendo, además había que rogarle a Varela, un intermediario argentino, que hacía todas las gestiones para conseguirnos unos pesos. ¿A nada?, decíamos todos.

- ¿Te queda alguna bronca con Oriente, por tu salida?
- Siempre queda algo porque te sentís perjudicado, además, creo que estaba en una buena edad para jugar. Ahora tengo 28 y como suele suceder en el país, uno madura tarde. Pero bueno, ya pasó, al final de cuentas, soy orientista.

- ¿Cuando te fuistes al cuartel, fue porque ya no apuntabas a ser futbolista profesional?
- Lo que pasa es que yo soy decidido, si digo voy a hacer esto, lo hago de inmediato. Un día me escapé a Cochabamba, donde vive mi hermana, que es casada con un militar, y como no tenía club y no sabía qué hacer, decidí ingresar a la CITE (Compañía de Instrucción de Tropas Especiales). Aprendí mucho.

- Me imagino que habrás integrado la selección en los campeonatos que se organizan...
- Claro. Los campeonatos entre cuarteles se disputaban en Chapare y yo jugaba para los superiores, para los tenientes y capitanes, y como era soldado raso, me hacían pasar por subteniente con tal de que pudiera entrar al equipo. Estuvimos un mes en Chapare y ahí jugué para los instructores, donde salimos campeones. Lo curioso de todo esto es que a la hora de los festejos o a la hora de los premios, no me dejaban ‘sentarme’ con ellos. Es que sólo era soldado (se ríe).

- ¿Cuánto influyó Sergio, tu hermano que jugó en Oriente, para que te iniciaras en ese club?
- Mucho, porque en realidad fue por él que fui. Cuando me querían fichar, le dije a Sergio que no iba a dar mi pase en su totalidad y me respondió que lo iba a arreglar para que me quedara con la mitad. Por aquellos años estaba don Óscar Mileta de presidente, con quien llegamos a un acuerdo de palabra, porque para mí ese tipo era bien. Pero luego se fue, y como estaba a punto de ser jugador del club, porque me querían, no me quedó otra que firmar. Oriente se quedó con todo.

- ¿Conversás con tus compañeros, por todo lo que pasaste?
- Muchas veces, porque también es lindo recordar. El otro día, hablando con Robledo (Marcelo, el arquero de Universitario), nos encontramos con la sorpresa de que nos habíamos enfrentado en la Copa Simón Bolívar. Yo en Cooper y él en un equipo de Tarija. Es más, hasta me mostró el video donde me veo como capitán. Le pedí que me pasara la cinta, porque son recuerdos inolvidables. Hablamos siempre porque cada uno tiene su propia historia en el fútbol.

- ¿Quién te aconseja más?
- Mi padre, me pide que no ande en borracheras y que me fije en otros jugadores, que después de tener bastante dinero, gracias al fútbol, hoy no tienen nada. Es obvio que tu padre y tu familia siempre quieren lo mejor para vos.

- ¿En cada vacación te escapás hacia San Matías?
- Cuando puedo, porque las pretemporadas normalmente comienzan en diciembre. Sólo mi padre vive allá; mi madre es fallecida. Pero por mí, y de verdad te lo digo, procuro ir seguido. Mis amigos con los que me crié desde chico están allá. Por comentarios de mi padre y porque también salió en el periódico, supe que las autoridades me van a distinguir. Espero ir pronto.
- ¿Y tu equipo?
- En San Matías se llama Colegio. Lo conformábamos sólo estudiantes y en los torneos que jugamos nos fue bien. Éramos casi todos buenos amigos.

- ¿Qué sensación le deja a un jugador boliviano hacer un buen partido nada menos que ante Brasil y en su propia cancha?
- La mejor. Uno los ve por la TV y se da cuenta al tiro, al tenerlos de frente, por qué son los jugadores más vistos del mundo. Es de verdad lindo, porque al menos ya tenés para contarles a tus hijos. Le contesto lo mismo a todos, porque esta pregunta me la han hecho 100 veces.

- ¿Con quién te las agarraste?
- Al que lo vi más agrandado, y bueno, será porque tiene harta plata, fue a Luis Fabiano. A la entrada nomás nos dimos un choque y cuando se me quiso venir, lo comencé a insultar. Como sé hablar portugués le gritaba una palabra que los enloquece: ‘pipoquero’ (travesti, trasnochador). Él, como era obvio, me respondió con insultos.

- Te sirvió de mucho haber nacido en la frontera con Brasil...
- (Se ríe) A los brasileños no les gusta que les digás eso. Quizá ayuda haber vivido en San Matías, porque la frontera está a sólo diez minutos, y además allá se ven muchos canales de Brasil. Y cuando vos sos pelao, esas palabras se te quedan.

- ¿Cómo fue el ambiente en el vestuario tras ese partido?
- Como si hubiéramos clasificado al Mundial. Nos abrazábamos entre todos y nos felicitábamos. Cuando volvíamos a Bolivia y como había fecha liguera, comenzamos a molestarnos. ‘Choco marcó a Ronaldinho y a Luis Fabiano, y ahora le toca marcar a...’ era una de risas, uno comienza a hablar sus cosas.

- ¿Y con Ronaldinho?
- No lo marqué mucho, porque estaba más pendiente de Luis Fabiano; además, en los tiros de esquina mi marca personal era Lucio, que va bien en el juego aéreo.

- Debutás con la selección en la victoria frente a Paraguay. ¿Había nervios de por medio. Fue como jugar tu primer partido?
- La verdad que tenía ganas de entrar. Cuando el profe (Erwin Sánchez) me llama, me motivo aún más. Entro y quiero cabecearlas todas. De siete golpeé seis, y tras el final, Platiní me dijo: ‘Choco, lo hiciste bien. Vos sabés que Raldes, y lo ha dicho públicamente, se ahoga en la altura, y como estoy aclimatado, me sentí útil ayudándolo.

- Ascendiste a la Liga con Universitario y luego fuiste campeón, ¿te sentís de la ‘casa’?
- Le tengo un gran cariño al equipo y a la ciudad, porque además, mi último hijo nació allá. Llegué en 2004 y junto a ‘Cochi’ Justiniano y Raúl Gutiérrez no pudimos ascender, pero al año siguiente logramos el objetivo, y desde entonces he vivido momentos espectaculares en este club.

- ¿Tu padre es de aquéllos que corrigen los errores en cancha?
- Sí, porque también ha sido un gran jugador en mi pueblo. Me pidió que tuviera cuidado en el juego aéreo de los paraguayos y lo propio me ha dicho en estos últimos días con los uruguayos. Todos sus consejos los recibo con gusto. También yo le hablo antes de los partidos para recibir su confianza.

- Si tuvieras que agradecer a alguien en este momento, ¿qué nombre dirías?
- Nunca me voy a olvidar de Javier (Zegarra), de mi hermano (Sergio Rivero), de mis padres y de mi esposa. Por Sergio me incliné al fútbol, porque al comienzo jugaba básquet. Después siempre pedí la bendición de Dios y de mi madre, Lina Kühn, que me mira desde arriba.

- ¿Sos creyente?
- Todos los viernes, en el club hacemos misa para agradecerle a Dios si empatamos, ganamos o perdimos. Creo que él es quien marca tu destino.

- ¿Te quedarás en Universitario el próximo año?
- Aún no lo sé, quizá si el contrato cumple con mis expectativas. Eso lo tengo claro yo y los directivos. Reconozco que también he recibido ofertas de un club grande de La Paz y otro de Santa Cruz.

- ¿Cómo te imaginás el futuro?
- Intento vivir el presente a full. No te puedo decir si después voy a seguir ligado al fútbol como entrenador o como ayudante. Trato de concentrarme en lo que hago hoy y de mejorar a diario. Si trabajo duro, seguro que voy a tener un buen futuro. Es lo que ahora hago.

Sus frases

“De mi padre siempre escucho sus consejos, porque en San Matías él también fue jugador”

“Luis Fabiano me pareció el más agrandado. Le dije ‘pipoquero’ y casi lo volví loco. No le gustó”

“Un tiempo me la tuve que aguantar. Trabajé de sereno porque necesitaba alimentar a mi familia”

Perfil

Hombre de temple
Ronald Tylor Rivero Kühn se inició como futbolista en las menores de Oriente Petrolero, motivado por su hermano Sergio, que militaba en este club. Luego recaló en Deportivo Cooper, donde jugó varios años. Reforzó a Universidad de Santa Cruz en la Simón Bolívar y en 2004 pasó a Universitario de Sucre, gracias a Javier Zegarra. Está casado con Gloria Silvana Contreras y sus hijos son Sebastián, Carlos Eduardo y Matías Santiago. Su padre se llama Hugo y su madre Lina (+).

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