lunes, 9 de abril de 2018

El Negro, de la enfermedad a dirigir escuelita y tener sueños “for export”

Para el Negro, pensar en volver a dirigir a un club de la Liga nacional no es, precisamente, su deseo más inmediato. Es más, no quiere saber nada. El último recuerdo que le dejó el fútbol de primera se dio en noviembre de 2017, se resume en dos infartos cerebrales, la sensación de “abandono” de Real Potosí, una deuda en dólares con la clínica que lo atendió y la desesperación familiar. Definitivamente, no fue buena la última experiencia y “curarse” el alma supuso un proceso.

Pero si existe algo irrenunciable, innegociable en el tiempo, esa es la pasión. Y si hay alguien que entiende de ese frenesí, ese no es otro que el Negro. Su atadura con la pelota resultó tan grande que encontró en la redonda su cable a tierra y su “antídoto” para anular el “veneno” que sembró la enfermedad y que, de hecho, dejó como secuela problemas en su visión.

Julio Zamora, el “profe” rosarino de 52 años que le dio el título a Wilstermann en mayo de 2016, está de regreso, pero con su propio balón y sus reglas. Ya no es ese hombre que se mantuvo callado en la conferencia de prensa que brindó su familia en febrero pasado, cuando estuvo cabizbajo. El DT, que radica en Cochabamba, alcanzó lo que buscaba desde “hace mucho”. Abrió su escuelita de fútbol llamada Newell’s Old Boys con sus hijos Marcos y Brian; y quiere enseñarles a los más chicos (de 6 años en adelante) aquello que aprendió en su carrera y que lo llevó a la primera división.

“Me gusta el contacto con la gente, la cancha y los chicos. Estamos bien. Teníamos menos expectativas cuando arrancamos porque no sabíamos si lo íbamos a organizar. Las personas comenzaron a preguntar y nos entusiasmamos más. Ahora, la realidad está hecha”.



LICENCIA EXCLUSIVA Newell’s le dio los derechos para que se encargue de la escuela en la Llajta (situada en la avenida Beijing, entre Simón López y América). “La dirigencia me mandó la ropa. Estamos bien. Lo único que falta es mejorar la vista y ya, prácticamente, me encontraré al 100 por ciento ”.

Del drama de la enfermedad a sonreír con ganas y destilar optimismo. De poner en pausa obligatoria las ambiciones naturales a apostar en grande y estar convencido de que es posible, que las aptitudes y los conocimientos acompañan; y que su fuente de información es tan grande que tiene mucho para dar. La transición fue positiva.

El objetivo es exportar talentos nacionales a la Argentina cada seis meses. De hecho, su equipo de trabajo ya cuenta con un jugador de 19 años que será probado en Newell’s.



“PERDER EL MIEDO” Zamora está convencido de que, para mostrar todas las condiciones en la cancha, es necesario deshacerse del miedo a perder. El juego mismo implica tres figuras: caer, triunfar o empatar. Entonces, el atleta debe ser consciente de que se halla sujeto a dichos escenarios.

Que el futbolista boliviano alcance esa evolución será trascendental. “No hay que tener miedo a perder, sino entusiasmo por ganar. Eso es lo que buscamos. Y si perdemos, perdemos porque está adentro de las reglas. Cuando fuimos campeones (con Wilster) ganamos en todos lados porque no teníamos miedo a la derrota”, rememora.



GRACIAS, PERO NO Recibió ofertas para dirigir. Una de ellas provino de un equipo liguero (prefirió no revelar de cuál se trata) y otra, del Bata quillacolleño. Lo cierto es que la respuesta del “profe” fue la misma en ambos casos: “No”.

El justificativo de la contestación no es gratuito. Se dio porque el argentino sabe que todavía no es tiempo y que necesita recuperarse por completo. Solo así asumirá el reto.

“Dije que en este momento no estoy en condiciones de dirigirlo (al club). Me encantaría porque estuve allí y me trató muy bien. Y con la gente de Bata también estoy súper agradecido. Eso quiere decir que en los años que estoy acá hice las cosas bien”.



SEGURO PARA EL DT El semestre gris le sirvió para que el Negro concluya que los técnicos bolivianos deben contar con un seguro, como ya sucede en la nación del mate y el tango.

“A raíz de lo que me pasó a mí (se descompensó en pleno partido, cuando dirigía a Real Potosí), en Argentina están asegurados y eso es lo que quiero en Bolivia”.

Ya no hay deudas. Tampoco aquella desesperación que había tomado a la familia. El “profe” empieza de nuevo y con la misma fuerza que demostró en el Cruz Azul mexicano.

La pelota volvió a sus pies. Y no fue fácil el retorno de ese esférico que le mostró todas sus caras: las amables, con la gloria como bandera, y las lacerantes, con la sensación de abandono dirigencial de la mano.



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