miércoles, 19 de diciembre de 2018

'Osinaga' apellido y herencia de fútbol

De aquel delantero histórico de Destroyers, avalado por goles decisivos, a este defensor que continúa su formación nada menos que en el Santos de Brasil. Son los Osinaga: Marco y Christian, padre e hijo, y comparten una historia que vence al tiempo, marca diferencias y se nutre de objetivos que no saben de épocas.

Los hitos están separados por 34 años. En noviembre de 1984 un joven atacante (19) ganaba protagonismo en la instancia del descenso indirecto. Guabirá defendía su sitial en la entonces Liga del Fútbol Profesional y Destroyers pretendía arrebatárselo. El dramatismo se instaló no solo en razón a que jugaron tres veces con otros tantos empates y debieron dilucidar en la tanda de lanzamientos penales. El logro “cuchuqui” tuvo en Marco a un pilar indiscutido: anotó en dos de los partidos. Y, por si fuera poco, en el decisivo convirtió la pena máxima que selló una inédita conquista.

“Bajamos a un verdadero equipazo, integrado por muchos futbolistas extranjeros. Fue un sueño hecho realidad. Llegué a ese plantel luego de ser goleador en categoría juvenil y por primera vez un cuadro de la Asociación Cruceña de Fútbol desbancó a uno del ámbito rentado. Recordarlo es emocionarse porque jugamos a estadio lleno, el público se enfervorizó y la alegría se hizo inmensa cuando en el último disparo superé a Eduardo Daniel Jurkevicius, que en el arco parecía un gigante.

Lo evoco como si fuera ayer…” Los hitos están separados por 34 años. En diciembre de 2018 un todavía más joven marcador central (14) se embarcó en Viru Viru rumbo a San Pablo. Metió a la mochila no solo la convicción y seguridad de su juego, sino la férrea determinación de triunfar en un medio de alto requerimiento. Asumió con valentía el alejamiento de la familia y los amigos. Es el mismo que nació futbolísticamente como portero, celebró un título en Tacna, Perú, y un día decidió, no sin precoz madurez, que su futuro en la cancha estaba unos metros adelante. Quienes lo conocen aseguran que no se equivocó.

“Mi papá es el ejemplo a seguir, quiero ser como él, futbolista de primera división. Desde los cinco años conozco lo que es estar en una cancha y su incentivo ha sido fundamental. Ojalá que Dios permita coronar esta ilusión. Voy confiado porque sé qué condiciones tengo, aunque también bastante por aprender. El ciclo de evolución en Brasil es mucho más rápido y la meta que me fijé pasa por situarme a los 17 años en el umbral del profesionalismo. Para eso, pienso, la disciplina y el aprovechamiento de cada entrenamiento resultarán vitales”.

La carrera de Marco se frenó a los 24 años, “cuando en el país algunos recién han comenzado”, señala. Una rebelde lesión y luego la imposibilidad de fichar en Petrolero de Cochabamba, eximido del aporte económico de los trabajadores del rubro, provocaron el retiro.

“William Ramallo quiso que lo acompañara a Wilstermann, pero opté por volver a Santa Cruz y dedicarme a trabajar. Eran otros tiempos. No tuve la suerte de una motivación para entender el fútbol como verdadera profesión. Los padres instaban a estudiar casi como camino único y lógico. No existían escuelas o academias deportivas. Yo, como tantos, me hice en las calles, en los campeonatos de barrio. Era puro entusiasmo, ganas de competir. Ni hablar de infraestructura. Ahora se direcciona la carrera de un jugador virtualmente desde la etapa infantil”.

— Christian, ¿te sientes preparado para una exigencia bastante más alta que la vivida hasta ahora?

— Sí, porque emigrar no solo era una meta, sino un hecho que esperaba, aunque quizás no tan pronto. Las giras permitieron que enfrentara a Bayern Munich, Schalke 04 y equipos de Noruega. Ahí conseguí confianza y tranquilidad, cuestiones que se asocian con los aspectos técnicos y físicos que aprendí en la escuela de Milton Melgar y en Bolivia 2022, donde adicionalmente fui capitán durante tres años, lo que otorga liderazgo. Mi carácter es otra fortaleza, lo tengo claro.

— Marco, ¿cómo encaras la partida de un hijo que, además, es el menor?

— Uno se entusiasma porque no me cabe duda que su futuro emerge prometedor, pero es el retoño y las despedidas causan tristeza. Sin embargo, prima la certeza referente a sus aptitudes, esas dotes que el Creador le concedió. Lo veo como metal en bruto que Brasil posibilitará pulir. La verdad es que, al margen que sea mi hijo, advierto en él mentalidad victoriosa, pisa tierra, sabe lo que quiere. Por fortuna actualmente la tecnología da lugar a que las distancias casi desaparezcan y eso contribuirá a seguirlo y animarlo.

Osinaga Jr. fija en el español Sergio Ramos su referencia y marca que “ser aguerrido es esencial en el puesto”. El propósito inmediato tampoco admite nebulosas: “Ser titular y aportar al Santos para retribuir una oportunidad que es única”. El padre reactualiza la vocación en certámenes senior de la Mutual de Ex Futbolistas de la capital oriental y refrenda el convencimiento que “tres de las cosas lindas que te deja el fútbol son los amigos, las añoranzas y aquellos lugares que se conocen”.

— ¿Llegar más lejos que tu papá es parte de los propósitos?

— Superarlo sería increíble, pero más que pensar en ello buscaré cumplir metas propias y existe una cercana que tiene que ver con ser convocado a la selección nacional que participará del Sudamericano Sub-15, en el que Bolivia será local en 2019.

— ¿Qué valoración, como exintegrante e ícono de su historia, te merece el presente de Destroyers?

— Muy preocupante. Le falta apoyo y por eso cuesta que se mantenga en primera. Es un club tradicional, muy querido, pero con amor no alcanza y si bien dispone de instalaciones está a la vista que sufre en el plano económico, factor que afecta directamente a su competitividad. No asisto a todas sus actuaciones, pero trato de verlo cuando el trabajo me lo permite. Lo cierto es que aparece muy comprometido en la tabla y eso duele porque el riesgo de perder la categoría amenaza y espero que la última fecha permita eludirlo.

Los hitos están separados por 34 años, pero se enlazan no solo porque el apellido es el mismo. Uno ya se encuentra enfrascado en un torneo del que toman parte las entidades paulistas y cariocas de mayor representatividad. Otro aguarda cotidianamente el WhatsApp de las noticias y no deja de entregar uno que otro consejo. En ambos el fútbol fue y es complemento de vida. Casta y sucesión inocultables.

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