sábado, 29 de septiembre de 2018

El ‘Cañonero’ Pérez disparaba misiles con su zurda



Roberto Pérez (San Ignacio de Velasco, 17 de abril de 1960), el famoso Cañonero de los años 80, volvió a La Paz después de más de 15 años, según cuenta, para participar de los festejos por las Bodas de Plata de la histórica clasificación de Bolivia al Mundial de Estados Unidos 1994.

Fue parte de la selección que jugó la eliminatoria del ‘93, aunque no disputó ningún partido y tampoco asistió a la Copa del Mundo. Jugó en Real Santa Cruz, Bolívar y San José, entre otros clubes.

Aterrizó en La Paz el martes 18 —día antes de conmemorar los 25 años— con el resto de los seleccionados de entonces y el cuerpo técnico para el “Partido de la gratitud”, que no jugó porque se encuentra delicado de salud, tiene problemas en la columna y otras afecciones, por eso hace un tiempo dejó de trabajar y desde mucho antes no puede jugar, lo que más extraña.

El problema físico lo ha limitado mucho, camina con dificultad, tampoco puede permanecer mucho tiempo parado y para superarlo está sometido a un tratamiento médico.

Era un lateral por izquierda y la gente lo recuerda por los “misiles” que salían de su pierna zurda. Los que lo vieron aseguran que le pegaba más fuerte que Miguel Aguilar o Porfirio Tamayá Jiménez, y mejor o igual que Erwin Sánchez o Limberg Bomba Gutiérrez.

El Cañonero recuerda con nostalgia esos tiempos. Se anima a decir que más de una vez escuchó que los rivales no querían ponerse en la barrera por temor a ser lastimados por sus remates.

“Que yo le pegaba fuerte, le pegaba muy fuerte. Sería que desde chico nací con esa virtud. Desde esas épocas ya comentaban que a algunos niños igual les daba miedo que yo pateara. Pero mis remates no matan. Alguna vez me preguntaron si había algo artificial y yo decía que todo es natural y siempre fue así”.

No era suficiente pegarle fuerte, porque en algunos clubes ya conocían de la potencia de su remates y le ponían hasta siete jugadores en la barrera, entonces los goles comenzaron a escasear, “por eso, lo que correspondía era lograr técnica y perfección. Me quedaba en las prácticas para que la pelota agarrara comba y así comencé a anotar”.

Pérez le pegaba de tiro libre, de penal y también en jugadas cuando se proyectaba por la izquierda y siempre sus remates llevaban peligro de gol por su potencia.

El apodo de Cañonero —recuerda— se lo pusieron después de integrar una selección nacional juvenil. Sus compañeros de entonces: Eduardo Terrazas, Édgar Castillo, Raúl Padilla, Miguel Ángel Noro lo bautizaron con ese apodo. “Después lo escucharon los periodistas y lo hicieron grande”.

Evoca que sus inicios fueron “muy duros”, porque casi adolescente dejó su natal San Ignacio de Velasco para probar suerte en Real Santa Cruz, donde debutó a nivel profesional, pero antes sufrió un par de años esperando su chance.

“No es que llegas del pueblo y te espera la Primera o tienes garantizada la titularidad. Tuve que pasar un par de años difíciles, pero aguanté. Debuté en Real, luego pasé a Guabirá, volví a Real, pero el 95 don Mario Mercado me trajo a Bolívar y ahí fue el pico más alto de mi carrera por lo que significaba el club y su repercusión”.

Siguió en San José, donde jugó cinco temporadas, para luego retirarse en Oriente Petrolero, club del que es hincha desde su niñez.

Cuando se le consulta qué gol recuerda más, dice que marcó muchos goles bonitos, algunos de trascendencia, pero le tiene un especial cariño a dos contra el camerunés Thomas N’Kono, al que era difícil marcarle porque “ese tipo era gigante, volaba de palo a palo, era un espectáculo y era agradable verlo”.

Pérez fue “afortunado” porque tuvo dos maestros del futbol boliviano: Erwin Romero y Carlos López, y otros “10” de categoría como Marco Etcheverry y Erwin Sánchez.

El ‘Cañonero’ Pérez disparaba misiles con su zurda


“Después de la selección boliviana todos querían jugar en Bolívar”, cuenta Roberto Pérez, y asegura que era porque “siempre fue el mejor club de Bolivia y una vitrina constante para cualquier jugador”.

Oriente Petrolero es el club de sus amores, pero es un agradecido con Bolívar por todo lo que le dio.

“Cuando estaba en la Academia el club tenía mucho eco dentro y fuera del país, porque era una entidad importantísima en todo sentido. Todos los años íbamos a Copa Libertadores y todos los años peleábamos por el título. Fui campeón en dos ocasiones en los torneos anuales”, recuerda con nostalgia.

Su paso por Bolívar lo llena de orgullo, pero menciona que haber jugado en todos los clubes cruceños que llegaron a la Liga en ese entonces, es un detalle que siempre lo destaca.

“Estuve en Real Santa Cruz, Guabirá, Blooming, Destroyers, pero de lo más lindo que me pasó es que acabé mi carrera en Oriente Petrolero, club del que soy hincha desde niño”.

El año de su retiro —1996— “jugué en Oriente, fuimos subcampeones, clasificamos a la Libertadores, pero ya no la disputé porque me retiré”.

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