Marcaba, temporizaba el fútbol, bajaba a apoyar a la defensa, cuando podía se proyectaba y alguna vez le tocaba hacer goles. Era un volante de marca, pero también lateral y zaguero central. Para Jaime Rimassa, destacado exjugador de Municipal y de la selección boliviana en las décadas de los años 60 y 70, y principios de los 80, jamás existió en la cancha la palabra fatiga, era un futbolista inclaudicable.
Con la salvedad de las comparaciones, y más aún por su espigada figura de 1,84 metros, Rimassa fue el todoterreno de su época similar al despliegue del exatigrado Alejandro Chumacero, hoy en el Puebla mexicano.
“Con la casaca de Municipal aprendí a luchar y nunca saber lo que era el cansancio, ese club formó hombres de batalla no solo para el fútbol, sino para la vida misma. Quienes nos encariñamos con el Muni, siempre decimos que esa camiseta tenía algo especial. Pienso que en nuestra mejor época fuimos más aguerridos que The Strongest. Yo soy municipalista, ahí pasé lo mejor de mi fútbol, crecí mucho y me identifico mucho con la guinda porque era una química especial”, dice Rimassa, quien nació al fútbol profesional con la camiseta de Municipal y, tras una gran trayectoria, se despidió con esa misma.
No quiere ser un crítico negativo del fútbol actual, pero asegura que lo ve muy mezquino, porque si bien se hizo moderno, ya no existe el roce físico y la entrega total como ocurría en su época.
“Espero no caer en eso de que todo lo de antes era mejor, pero ahora que veo el fútbol, veo a algunos jugadores con una lentitud, una actitud que me sorprende. Antes no podías estar siquiera parado porque tu entrenador te botaba, ahora si a ellos los exiges, ellos los jugadores te hacen botar”.
Sus primeros pasos en el fútbol competitivo los dio en su natal Cochabamba, cuando jugó en New Players en 1965, luego pasó mucha agua debajo del puente para llegar a Muni, a Bolívar, el club más laureado con títulos y figuras nacionales, y años después volver a su amado cuadro edil.
“Era un club modesto, pero cuando me tocó hacer el cuartel en el Politécnico de El Alto, jugué por Independiente Alas, que era un equipo de la Fuerza Aérea Boliviana. Estábamos en la B, aunque teníamos un equipazo con Linares, Pinto, Ávila y otros que luego jugaron en la A”, recuerda.
No pasó más de un torneo para que la directiva de Municipal lo contratara en 1969, pese a que también lo quería el entonces poderoso 31 de Octubre, que tenía bastantes recursos.
Nunca pensó en que llegar a Municipal le enseñaría el plus de ser un guerrero no solo del fútbol, sino fuera de las canchas. “Con Municipal la preparación física con el profesor Paz Antezana era al estilo alemán, todos llegábamos a ser fuertes e infatigables. Nadie podía estar parado así no tuviera la pelota, él se enojaba bastante y te exigía. Los equipos no nos superaban corriendo, sino con sus individualidades, con juego táctico, pero no en lo físico, nunca”.
Jaime en la selección nacional. Foto: Julio Mamani
Entre sus compañeros en ‘Muni’ estaban Justo Ramón Zaya Mora, Willy Carranza, Pablo Baldivieso, Adolfo Flores, Nicolás Linares y Juan ‘Gitano’ Farías, entre otros. Además recuerda que ese grupo tenía al frente a un temperamental entrenador, Wilfredo Camacho.
Aún está en su memoria cuando en 1974 con el equipo guindo jugó la Libertadores contra los brasileños Palmeiras y San Pablo, a este último le empató en el Morumbí.
Desde su punto de vista, el golpe futbolístico más duro que le dieron a La Paz fue la desaparición de Municipal, sin valorar sus años y trayectoria. “En algunas épocas se habló de levantarlo, pero la falta de recursos no nos permitió a los exjugadores”, lamenta.
Cuando defendía la casaca de su equipo tenía muy buenas actuaciones, gran despliegue, mucha fuerza e imponente físico, factores que no pasaron desapercibidos y Bolívar lo fichó en las temporadas de 1976, 1977 y 1978. Fue parte del campeón invicto de 1976, poco antes de que se fundara la Liga, luego siguió y fue parte del primer título liguero de la Academia con jugadores como Conrado Jiménez, Ricardo Troncone, Luis Gregorio Gallo, Carlos Aragonés, Ovidio Messa, Tamayá Jiménez y Miguel Aguilar.
“Bolívar es un club atractivo, exitoso, referente boliviano a nivel internacional. Me fue muy bien. Jugar con un talentoso como Ovidio Messa fue estar al lado de un verdadero maestro en manejar el balón”.
Luego para Rimassa vinieron experiencias particulares y cortas en San José y Chaco Petrolero, para después volver a su querido y amado Muni en 1981 antes de despedirse.
Ya "retirado", en su diario caminar por La Paz un día se encontró con un dirigente de White Star, donde jugó y fue entrenador en la Primera A, experiencia "nada grata", porque asegura que no es fácil ser las dos cosas.
Con la casaca Verde, del 65 al 77
Otra camiseta especial, al margen de la de Municipal, para Jaime Rimassa es la Verde de la selección boliviana, con la que tiene gratos recuerdos como con los planteles de 1969 y de 1977, porque estuvo cerca de clasificarse al Mundial, muy diferente a lo que acontece actualmente.
“Con la selección boliviana llegamos a buenos niveles de competencia, no sé cómo ahora hemos podido estar así. Son bonitos recuerdos los que guardo, pese a que no fuimos a ningún Mundial, pero nos dimos el gusto de ganarles a todos en nuestra casa, eso ahora nos cuesta bastante”, afirma el exvolante.
Recuerda que con la selección nacional en las eliminatorias del 69 para el Mundial de México 70 le ganaron a Perú y Argentina en La Paz, pero en la revancha de La Bombonera de Buenos Aires "se inventaron un penal para los albicelestes y nos dejaron fuera".
También estuvo en la selección nacional de 1973, pero una semana antes abandonó la misma porque se recuperaba de una operación; sin embargo, la revancha vino en en 1977, cuando ganaron la serie sobre Uruguay y Venezuela. “Pero ahí también se inventaron una liguilla en Cali donde Brasil y Perú nos ganaron y luego enfrentamos a Hungría, con la que luchamos, pero nos quedamos en el camino”.
En todo caso su ‘romance’ con la Verde comenzó en 1965, cuando fue citado a la selección Sub-23 que participó de los Juegos Bolivarianos de Quito, en la que fue convocado por el entrenador cochabambino Carlos Trigo, quien fue padre del exjugador de los 80 Juan Carlos Trigo.
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