-¿Escuchaste hablar de Javi Guzmán?
-El nombre me suena ¿Era bueno, no?
-¡Es el que hacía estragos en Wilster! Quiere volver a la Liga. Está decidido.
Es otoño de 2012. Los dirigentes y jugadores de Wilstermann toman la bocanada de aire más grande y esperada del año tras abrazar el ascenso a la Liga. Meses de trabajo, ansiedad, lágrimas de bronca y reproches quedan en el pasado, pero adheridos a las paredes de la memoria. Es preferible olvidar la amargura y no así el recuerdo de lo que dolió, cuando en 2010 el descenso de categoría caló profundo.
Todo es alegría. El plantel que conduce el caudillo Marcelo Carballo (quizás el capitán más aguerrido en la historia reciente del Rojo) y que dirige Mauricio Soria no sale de su estado de agitación. Y es justificado.
Un muchacho de 26 años, con más estilo de cantante rapero estadounidense que de futbolista barrial, asoma en el equipo y se suma a la algarabía del momento. Sin embargo, libra una batalla muy aparte, muy propia.
Este personaje, con cabello casi al ras, de porte delgado y dueño de movimientos pausados (que delatan su admiración por el artista Eminem), es presa de una lesión recurrente que se ha convertido en su pesadilla. De ahí su lucha, esa que lo obliga a pensar qué hará luego y qué pasará mañana.
Está en una incertidumbre: cuando cree haber superado el desgarro, la dolencia se encarga de recordarle que siempre está presente y que no piensa dejarlo. El jugador vuelve a caer y la intranquilidad talla un pozo cada vez más hondo.
La felicidad nunca es completa y Javier Guzmán lo sabe muy bien.
Wilster está convencido de mantenerse en la Liga luego de haber transitado por los pasadizos del Nacional B. Javi no es uno más. Entra en la cancha y envuelve con la magia de su juego. Tiene pasta de líder. Sin embargo, su titularidad no es constante. Arrastra un desgarro que se le ha vuelto crónico. La luz roja se encendió después de haber hecho caso omiso a seis lesiones seguidas. No va más.
Llegó el momento de parar. No es un adiós, sino un hasta luego.
Cuatro años después de aquel 2012 y de haber tenido que apartarse del fútbol profesional, sigue vistiendo prendas holgadas, aunque lleva el cabello más crecido.
“El nombre me suena ¿Era bueno, no?”, cuestiona un hincha de The Strongest en la entrada de la nota.
Lo cierto es que algunos no lo recuerdan mucho, pero “algo” debió tener para que el extécnico de Wilster, Claudio Chacior, y el cuerpo técnico de la Selección Nacional (en 2002) se fijaran en su estilo de juego.
La felicidad no es completa y Javier lo sabe bien.
La lesión que experimentó en 2012, cuando se despedía del Rojo sin saberlo, fue el segundo golpe que recibió en su vida. El primero lo sorprendió a los 12 años. Fue en 1998, cuando un accidente automovilístico le quitó a su padre, el hombre de 46 años que disfrutaba verlo jugar.
“Una de las cosas que me motiva a seguir es que mi papá se sienta orgulloso de mí”, dice, quebrando su voz.
Quiere volver a la Liga. Tiene 30 años y unas ganas increibles de ser fichado por un club de primera. Junto a su madre, abrió una distribuidora de pollos al por mayor y vive de eso. ¿Los botines? Se los pone para jugar en Universitario (Asociación), pero apunta mucho más alto.
P: En 2002 te entrevistó un medio paceño y hablaste de tu pegada ¿La mantienes intacta después de 14 años?
R: Sí. De a poco estoy recuperando el ritmo que tenía antes. Es difícil. Cuesta bastante, pero está volviendo la confianza.
P: ¿Qué es eso de perder la confianza?
R: Sientes bajón al no poder hacer lo mismo de antes. En vez de arrancar de una, ahora debo hacer dos movimientos. Pero de a poco lo estoy logrando.
P: ¿Cuál es el proceso necesario para recuperarla?
R: Solo se logra jugando. Así vas perdiendo el miedo.
P: ¿Es molesto tener que hablar de tu lesión o te acostumbraste?
R: Al principio me costaba tocar el tema porque era casi una resignación. Ahora lo tomo con calma. Quiero volver a jugar y llegar otra vez a la Liga y ¿Por qué no? También a la Selección.
P: ¿En qué momento esa resignación se transformó en convicción?
R: Si a un futbolista le prohibes jugar, él hace todo para volver. Eso es lo que tenemos nosotros. El entorno también te motiva. Hay mucha gente que me apoya y cree en mí.
P: ¿Cuál es tu plan?
R: Mostrarme y hacer una buena campaña en el Nacional B con Universitario. Con tal de volver, quiero jugar en cualquier equipo, si alguno me abre las puertas, bienvenido sea.
P: Si te permitieras soñar ¿En qué institución te gustaría que te ficharan?
R: No es por menospreciar, pero quisiera irme a un equipo chico para resurgir. Uno que no tenga tanta jerarquía como Wilster o Bolívar. Primero necesito consolidarme.
P: La pérdida de tu papá fue otro duro golpe...
R: Me marcó perderlo. Llegué a jugar fútbol porque a él le gustaba mucho. Es contradictorio, pero una vez que murió (en 1998) me dieron más ganas de llegar lejos.
P: ¿Cómo lo recuerdas?
R: Cuando vivíamos en La Paz, él era fanático del Tigre. Todos los domingos me llevaba al estadio.
P: Esta cuenta pendiente de retornar a la Liga también va por tu papá...
R: Claro. Después de estar lesionado, va a ser muy bueno. Gracias a Dios las cosas van bien. Volver es un sueño que tengo, pero lo tomo con muchísima calma.
P: ¿Qué significa Wilster en tu vida?
R: La gente de Wilstermann siempre se portó bien conmigo. Mis mejores momentos los pasé allí. Ha sido una experiencia bonita para recordar y revivirla.
Él era de Bolívar y su padre del Tigre
Luego, Javi se hizo de Wilster
La convicción que alimenta Javier Guzmán de volver a la Liga tiene mucho que ver con la añoranza que siente por su padre, quien falleció a los 46 años. Según cuenta Javi, su papá no se perdía un partido de The Strongest en La Paz, ciudad en la que radicaba la familia hace dos décadas.
Pese al fanatismo del hombre de la familia, a Javi no se le ocurrió mejor idea que apoyar al Bolívar, al enemigo celeste del atigrado.
“Yo era bolivarista, estaba con la contra, pero una vez que llegué a Wilstermann empecé a sentir cariño por la camiseta”, relata el jugador de 30 años que hizo las divisiones inferiores en el Rojo.
El cochabambino, que fue llamado a la Selección Nacional en 2002, no puede evitar emocionarse cuando habla de aquella figura paterna que extraña a diario.
Desde que él tenía 12 años, su madre se hizo cargo de la familia entera. A partir de allí, la admiración de Javi por ella se hizo más fuerte. Hoy es su único referente claro.
La distribuidora de pollos y el tuning
Empezó con un emprendimiento
Desde las 6:30, Javier se hace cargo de supervisar la distribución de pollos (al por mayor) de su empresa familiar. Debe entregar decenas de pedidos a diario. Termina de hacerlo luego de las 10:30 para después ir a entrenar junto a sus compañeros de Universitario, equipo que lucha en la Asociación.
El cochabambino cuenta que empezó con la distribuidora este año y que divide su tiempo entre el trabajo, las prácticas de fútbol, su familia, el estudio y el tuning (accesorios y audio en los autos).
El tuning es su segunda pasión. Cada miércoles, Javi se reúne con su grupo de amigos en la avenida Uyuni para exponer su coche, caracterizado por tener un sonido potente.
“Desde chiquito me encantan los autos. Tengo un club en el que competimos. Es muy lindo”.
También estudia. Toma clases en la nueva carrera que se habilitó en la Universidad Mayor de San Simón (UMSS). Dice que los cursos son muy dinámicos y que está conforme con las materias que toma en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte. “Es interesante. Como es una carrera nueva, hay que meterle muchas más ganas”.
Pasa tiempo con su enamorada, a la que acompaña en su pizzería cuando sus actividades personales le dan licencia.
En Universitario ha hecho buenos amigos y colegas. Su objetivo mediato es lograr una campaña favorable en la Asociación para así mostrarse en la vitrina que será el torneo del Nacional B.
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