lunes, 10 de enero de 2011

Hace 25 años Milton Melgar debutaba en Boca Juniors

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A mediados de 1985, cuando jugaba en Blooming, fue expulsado en un partido contra Bolívar “por haber agredido” al árbitro y fue suspendido un año calendario. Le cortaron las piernas. Estuvo más de cuatro meses sin jugar.

En enero de 1986 cambió de pronto todo. Si bien no podía jugar en Bolivia (el castigo era interno), en el exterior sí. Su empresario hizo gestiones en Argentina y le dio la buena noticia: “Hay la posibilidad de ir a prueba a Boca Juniors, ¿quieres ir?”. No lo pensó dos veces, agarró un maletín y viajó.

“Me sentí mal con el castigo porque además yo no agredí al árbitro. Alguien lo hizo en un tumulto y él cayó al piso. Como era capitán, me acerqué para levantarlo, pero cuando me vio me sacó la tarjeta roja. Pero no fui yo”, recuerda hoy con una sonrisa Milton Melgar.

Como no hay mal que por bien no venga, ese cartón colorado y la sanción le abrieron la puerta del fútbol internacional.

“La decisión que tomé fue simple. Mi empresario se avivó y yo acepté. Fui a prueba. No me conocían. Recuerdo que viajamos mi empresario, el doctor Zambrano y yo. Llegamos a Buenos Aires el 2 de enero (de 1986). El doctor se reía al verme entrenar en el cuarto del hotel. Es que estaba preocupado por mi estado físico. Corría de un lado a otro en la habitación”.

Ni bien llegó se presentaron dirigentes de Talleres, que se habían enterado de su arribo. Le hicieron una oferta. No aceptó. “Por decir algo, me ofrecieron 10 y Boca, cinco; no lo pensé dos veces, me quedé en Boca”.

El primer día. Milton rememora: “Ese día llegué solo... triste y abandonado (sonríe). Estaba en un hotel por Palermo y me decían qué calles debía recorrer y qué movilidad tomar para ir a La Candela, donde se entrenaba esos días el equipo. Estaba a dos horas en micro. Llegué temprano. Me presentó a los jugadores el utilero”.

Recuerda que al primero que vio fue a Hugo Orlando Gatti, que estaba sentado tomando mate. Nos saludamos y me invitó uno, que lo tomé por primera y última vez, porque nunca me gustó el mate. Pero Gatti era lo máximo en el arco, era ídolo. Me dio la bienvenida. Me llevaba bien con él. Era de poco hablar. Comía con él. Y me hizo famoso porque veía que yo aseguraba la pelota en la salida y siempre me la daba”.

La llegada de Melgar a Boca tuvo un matiz especial. La hinchada lo quiso desde el primer día que lo vio.

“En esto del fútbol uno se enamora a primera vista. Lo mío fue de inmediato. Debuté en Mar del Plata (enero de 1986). Pero en el primer partido que jugué en la Bombonera le ganamos a Huracán y yo hice el gol, ahí la gente empezó a ovacionarme”.

Melgar se volvió ídolo en Argentina. Fue la primera vez que se escuchó en las graderías del estadio de Boca el grito de “Bo-li-via-no” varias veces. En ese equipo jugaban, entre otros, Gatti, Olarticochea, Daniel Tapia, “jugadorazo”, Comas, Graziani, Domenech, el Coya Gutiérrez, Cuciuffo, “que fue campeón mundial el 86, y otros”.

Gol inolvidable. Para Milton, todos los clásicos argentinos, oficiales o amistosos, se juegan a muerte. Dice que su gol más lindo lo anotó en uno de esos partidos calientes, cuando River Plate tenía en sus filas a grandes figuras como Pumpido, Gallego y Alzamendi, para citar algunos.

“Era la Copa de Oro en Mar del Plata (1987). River venía de ser campeón del mundo. Todos los clásicos se juegan allá con la misma intensidad. Si ganas, eres rey. Estaba igualado 1-1 y en un contragolpe, Alfaro Graziani me pasa de taco y yo, con una emboquillada, hago el gol. Es inolvidable”.

Melgar jugó dos años en Boca. “El fútbol argentino me enseñó a ser profesional. Mi vida cambió, tuve otro comportamiento, más exigencia y cada día mejor físicamente”.

Tuvo como entrenadores a César Luis Menotti, quien después se lo llevó a la vereda del frente, River. “Cuando jugaba en Boca debí salir unas ocho veces en la portada de El Gráfico y una vez con River”. Dejó Boca cuando se fue Menotti y llegó Omar Pastoriza, “que no me quería. El club hizo otras contrataciones. Mi empresario hizo una gestión, compró mi pase a Boca y me fui a River”.

“Pero con Boca fue amor a primera vista. La hinchada me trató bien. Yo podía salir caminando sin problemas, la gente me cuidaba. Fue una relación amorosa”, dice otra vez sonriendo.

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