sábado, 30 de mayo de 2020

Por arriba, el Chapaco Fernando Salinas era imparable



A sus 60 años cumplidos hace poco, Fernando Salinas disfruta de la vida en su natal Tarija, donde trabaja con su hijo Fernando, quien es ingeniero civil. Ambos se han lanzado a la construcción de obras.

Fue notable goleador del fútbol boliviano. Destacó sobre todo en Bolívar, cuya camiseta lució durante 13 años. También jugó en la selección nacional.

Lo que hace ahora es diferente. La cancha y la pelota están lejos. Hoy son la verificación de las obras, los cálculos de la inversión, los materiales de construcción.

“Es complicado, porque se deben cumplir plazos de ejecución, no es fácil; pero hasta ahora tuvimos mucha suerte y logramos siempre cumplir”, afirma.

Con su esposa Maritza López tienen cuatro hijos: Fernando y Gabriel son ingenieros civiles, Lorena está por titularse como ingeniera comercial y además es modelo y Christian es capitán de Policía.
Los recuerdos

“Llegué a Bolívar el año 80 y jugué hasta el 92. Me fui debido a una lesión en la rodilla, pues constantemente tenía derrame del líquido sinovial. En el segundo semestre del 93 colgué los cachos en Ciclón, cerré mi carrera muy joven por esa molestia física”.

El ‘Chapaco Salinas’ hacía saltar de sus asientos a los hinchas celestes cada que convertía goles. Es uno de los máximos artilleros de la historia del fútbol boliviano. Su fuerte era el cabezazo.

“Compartí con compañeros de gran calidad humana y capacidad futbolística, era complicado mantenerse en la titularidad, pero yo tenía la facilidad de manejar ambas piernas y de un buen remate, pero con la cabeza era más certero, me elevaba bien. Siempre dije que el que va a cabecear tiene que tener un buen cálculo del tiempo y distancia, son conceptos fundamentales; además, tienes que estar con los ojos bien abiertos para saber golpear la pelota y colocarla donde quieres. Cuando estás arriba, en el aire, tienes un excelente panorama de la ubicación del arquero, entonces puedes darle dirección al balón y creo yo que era más preciso en esas jugadas”, rememora.

En su posición de centrodelantero tuvo mucha competencia. “Siempre Bolívar tuvo grandes nueves, como Jesús Reynaldo, Juan César Silva, Raúl Horacio Baldessari, Víctor Hugo Antelo, Álvaro Peña o Miguel Sanabria, pero siempre terminé siendo titular. También en esa época jugábamos con dos punteros bien abiertos que hacían una gran labor, como Luis Enrique Padilla, Raúl Alberto Morales, Carlos Borja, Porfirio Tamayá Jiménez, que fueron los derechos; y Juan José Urruti, Jorge Hirano, Miguel Aguilar, grandes jugadores, hábiles por la izquierda. Ellos facilitaban las jugadas de gol”.
Salinas también jugó en la selección. Foto: Fernando Salinas
Gracias a Barack

Da un dato que quizás es escasamente conocido. Habla del técnico peruano Moisés Barack, el que a Gustavo Quinteros lo convirtió de delantero a zaguero en The Strongest con gran éxito.

“Recuerdo que cuando llegué a Bolívar jugaba de mediocampista, como 8 o 10. Precisamente debuté reemplazando a Édgar Pacho Góngora y de entrada marqué un gol. Pero cuando llegó Barack, me vio y me dijo: ‘Usted desde hoy juega como centroatacante’, me puso en esa posición y nunca más la dejé, incluso a la selección nacional fui en ese puesto, llegué a jugar siete eliminatorias y dos copas América”.

En su recuerdo también están los “clásicos 10”. Hábiles con el balón, buen manejo de tiempo y espacio, pelotas al vacío.

“Tuve la suerte de jugar con hombres de gran calidad técnica, comencé con Édgar Góngora, luego aparecieron Carlos Aragonés, Ovidio Messa, Carlos Ángel López, con quien compartí muchos años, y también estuvieron Marco Etcheverry, Francisco Takeo, Julio César Baldivieso, Luis Abdeneve y Erwin Romero. Chichi Romero fue de los mejores 10 que pasaron por Bolívar. Todos ellos te facilitaban la labor, eran grandes asistentes y sobre todo no eran egoístas, eran muy generosos. Con esa clase de jugadores cómo no ibas a ser goleador”, matiza.
Una postal de la familia Salinas. Foto: Fernando Salinas
No se olvida

Se hizo jugador “en una cancha cuadrada del barrio de La Pampa”, donde nació.

En Bolívar tuvo “grandes momentos”, fue cinco veces campeón nacional, goleador en tres ocasiones, disputó cinco ediciones de la Copa Libertadores de América y con la selección nacional también fue uno de los grandes.

Han pasado los años. El 18 de mayo cumplió 60. Es feliz en su natal Tarija, pero no se olvida de La Paz: “La Paz es tierra de grandes oportunidades, a mí me dio una imagen jugando en Bolívar, allí conocí a mi esposa Maritza, me dio grandes satisfacciones. Mi segundo hijo, Cristhian, nació allá, así que para mí La Paz tiene una gran historia familiar”.


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