Nada llena más de orgullo a un padre que ver a su hijo encaminado hacia el éxito, y más aún jugando juntos en el mismo equipo. Es el caso de los Higa, Pedro y José Pedro. El papá, un experimentado arquero de 44 años y con un amplio recorrido en el fútbol profesional, y el hijo, un jovencito soñador, delantero de 17 años y con sed de gloria, son amigos y compañeros en Ferroviario, un equipo tradicional cruceño que aspira a volver a la Primera A.
La idea de jugar juntos nació durante una charla familiar y fue madurando poco a poco a medida que fueron pasando los días.
El dirigente José Carlos Frías apuró las gestiones y fue así que se allanó el camino. Justo al filo de su extensa carrera como futbolista, con varios títulos y más de media docena de equipos, Pedro, al que también llaman la ‘Sandía voladora’, dice estar cumpliendo el sueño más importante de su vida: jugar al lado de su hijo. “Ahora sí me puedo retirar tranquilo.
Disfruto entrenando y jugando con él, me emociona porque sentimos el fútbol de la misma manera”, dice este arquero riberalteño, de 1,66 metros de altura, que debutó en Real Santa Cruz en 1987, con solo 16 años.
Es un caso poco común
Esta interesante experiencia ha despertado la atención en el fútbol local porque no es común ver casos similares. A diferencia de otros que se presentaron en el mundo, José Pedro siempre quiso ser un jugador de campo y no arquero, como su papá, pese a que desde pequeño se calzaba los guantes cuando se ‘colaba’ a ver los entrenamientos.
Se inició en San Martín y después jugó en Sport Boys, antes de llegar a Ferroviario. En las temporadas 2013 y 2014 fue el goleador del equipo carrilano en las categorías de ascenso. “No es porque sea mi hijo, pero tiene todo para llegar lejos”, asegura el papá.
Una de las cosas que lo animó a impulsar el sueño de su hijo es que vio en él enormes condiciones para triunfar. Sus 1,81 metros de estatura lo están convirtiendo en un temible goleador.
Es un delantero punzante, hábil, de fuerte pegada y, sobre todo, buen definidor. No en vano está en la mira de otros clubes. “Mi sueño es jugar en Oriente porque soy hincha de ese equipo”, sostiene con firmeza, recordando que su papá fue campeón ahí en 2001.
Se van juntos a los entrenamientos, en la cancha son dos compañeros más, se gritan cuando uno de los dos falla y el abrazo nunca falta a la hora del festejo. Después de los partidos, algunas jugadas son repasadas al llegar a la casa, con la participación también de la esposa y mamá (Mayerly Mansilla), donde a veces emergen algunas críticas, pero siempre con respeto.
“De él no me gusta que no sabe sacar del piso”, reclama el hijo y el papá reconoce sin excusas porque admite que fue su mal desde siempre.
Si hay algo que los hace como dos gotas de agua es el temperamento, que tiene el sello Higa.
En sus buenas épocas el arquero solía gritar con firmeza, agrandándose en momentos de calentura. José Pedro heredó de él esa mística ganadora y no se arruga ante nadie, aunque generalmente es de mantener un perfil bajo. Como el fútbol no lo es todo ni le puede garantizar nada, comparte sus entrenamientos con sus estudios en la Universidad Ecológica.
Lo que hace más atractiva aún esta interesante historia, de padre e hijo jugando juntos en un mismo equipo, es que en Ferroviario también tienen como compañeros a varios que se formaron en la Escuela Pedro Higa, que dirige la ‘Sandía voladora’ en una canchita de la Urbanización Cotoca.
Confiesa que lo más agradable de jugar juntos es cuando su hijo anota un gol. “Realmente lo disfruto mucho y cada vez estoy más convencido de que le falta poco para exigencias mayores”, asegura Pedro, feliz por este buen presente.
En algunos partidos se producen combinaciones entre ambos cuando el papá inicia una salida rápida con el pie y el hijo está atento para el contragolpe. A veces tienen discusiones cuando algo sale mal, pero al llegar a casa las aguas vuelven a su cauce normal.
Como este, se han presentado varios casos en otras partes del mundo, pero la historia de los Higa no solo alienta el sueño de los dos, sino de toda una familia. Si Ferroviario sube a la Primera A será misión cumplida para uno y el inicio de una nueva aventura para el otro
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