Eduardo Jiguchi Machicado sin duda dejó una profunda huella en los casi 20 años como jugador profesional. Como muchos chicos de su generación, descubrió su afición por el fútbol a la edad de 10 años cuando su papá lo inscribió en la afamada Academia Tahuichi. Allí comenzó como lateral derecho, pero con el tiempo su entrenador de entonces, el chileno Dagoberto Ponce, lo ubicó como marcador central por su estatura e imponente físico.
En plena etapa de formación se abrió la posibilidad de ir a Oriente Petrolero, junto a su amigo Luis Héctor Cristaldo, y decidió asumir ese atractivo desafío. En 1988, después de integrar la selección que fue al Torneo Juventud de América, de Argentina, Jiguchi llegó a su nuevo equipo justo el año en que los albiverdes marcaron historia en la Copa Libertadores, de la mano de Wálter ‘Cata’ Roque, clasificándose a la tercera fase, dejando en el camino a Colo Colo, de Chile, y a Olimpia, de Paraguay.
Después de cinco años en Oriente y futbolísticamente más maduro, surgió el interés de Bolívar por él. Sin pensarlo dos veces decidió cambiar de aires. Durante su estancia en la gloriosa academia paceña, de 1992 a 2001, conquistó varios títulos nacionales, disputó innumerables torneos internacionales y casi siempre estuvo presente en las convocatorias de la selección nacional mayor. Fue partícipe de las Copas América de Chile 1991, Bolivia 1997 y Colombia 2001.
Una lesión en la rodilla lo dejó sin posibilidades de pelear por una plaza entre los jugadores que fueron elegidos por el ‘Bigotón’ Azkargorta para el Mundial de Estados Unidos 94. En Bolívar compartió camarín con jugadores de gran talla, como el peruano Jorge Olaechea, Marco Sandy y Marcos Ferrufino. De hecho, admite que su mejor época la vivió en ese equipo.
Finalizado su ciclo en Bolívar, atendió el llamado de Wilstermann (2002) y las dos temporadas posteriores recaló en The Strongest (2003-2004). En 2005 volvió a Santa Cruz para jugar en Destroyers, en 2006 se fue a Aurora y en 2007 se produjo su retiro, cuando militaba en San José. “Sentía que el fútbol ya no me llenaba, no tenía más ganas de jugar”, remarca.
Jugó varias Copas Libertadores con Oriente Petrolero, Bolívar, Wilstermann y The Strongest. En 2000 tuvo un paso fugaz por el ascendido Mariscal Braun, cedido a préstamo por Bolívar.
Después de su retiro, en 2007, Jiguchi se apartó del fútbol y jamás se le pasó por la cabeza asumir la carrera de director técnico. “No tengo carácter ni paciencia para eso”, ironizó.
Los casi 20 años ligados al fútbol profesional le dieron la posibilidad de hacer amigos y de conocer muchos países. No era un jugador exquisito, pero cumplía con su función de frenar al rival a cualquier precio. “Mi juego era fuerte, pero nunca con mala intención. Jamás quebré a nadie”, señala, y se reconforta.
Actualmente juega en la Mutual de exfutbolistas para el equipo de ‘Chama’ Valverde y es integrante de un grupo de exjugadores que acompañan al presidente Evo Morales en la entrega de coliseos y campos deportivos por todo el país, con Juan Berthy Suárez, Roberto Tórrez, Mauricio Ramos, Marco Antonio Etcheverry, Raúl Justiniano, Leo Fernández, entre otros. “Me considero un evista, porque me gusta estar cerca de él. Es un hombre noble y piensa en la gente pobre”, sostiene, a propósito del primer mandatario del país.
Tenía varios apodos
A diferencia de otros jugadores, a Eduardo Jiguchi lo bautizaron con varios sobrenombres. “Me decían Cariñosito, Feo, El Hachero, Carnicero. Me decían de todo, pero siempre en buena onda. El que me lo decía de mala leche lo frenaba en seco”, manifestó.
Pese a que la mayoría de sus apodos tenía directa relación con su juego fuerte y, a veces, agresivo, asegura que nunca hizo daño a nadie y que fuera de la cancha se consideraba
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