El chico entró en la historia del fútbol nacional —y quizás del mundo, en lo que se refiere a partidos en Primera División— siendo aún un niño, luciendo la camiseta de Aurora
—con el número 10 en la espalda— y teniendo como director técnico a su padre, que le dio la oportunidad de estrenarse en una jornada en la que su equipo estaba disminuido hasta en el banco de suplentes por las varias ausencias, provocadas por los jugadores que se fueron vía rescisión de contratos y por los suspendidos.
“Mi papá me dijo que me iba a hacer debutar si íbamos ganando, pero las cosas se dieron de otra forma y me hizo ingresar. Sentí el apoyo de él y también del público, les estoy muy agradecido”, sostuvo Mauricio.
Baldivieso hijo entró a la cancha a los 36 minutos del segundo tiempo. En los más de 10 minutos que estuvo en el terreno de juego, contando con los que adicionó el árbitro, tocó cuatro veces el balón (se le augura una buena técnica, como la que consagró a su padre), mandó un centro al área, que fue controlado sin inconvenientes por el golero Peñarrieta y recibió un patadón por atrás, de Jenry Alaca, que lo hizo salir en camilla y estuvo a punto de provocar un incidente de proporciones.
“En Bolivia estamos acostumbrados a considerar promesas de nuestro fútbol a jugadores de 25 años, y no es así. Mi hijo, para su tierna edad, tiene talento y no desentonó mientras estuvo en el partido”, dijo un orgulloso Julio César.
Si bien admitió que “no es normal que debute” un chico que no tiene ni 13 años, sin embargo “él está preparado y de a poco lo iré soltando. Estoy feliz por él y agradecido con el público, que lo trató muy bien”.
13 años cumplirá el próximo miércoles Mauricio Baldivieso Ferrufino. Nació en La Paz el 22 de julio de 1996, cuando su padre, Julio César, era jugador de Bolívar.
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